viernes, 1 de mayo de 2015

Gabriela Carrión




Superlativo de verde

El verde guía mi vida, como todas las cosas fundamentales, con su inagotable misterio. Sin excepción ¡sin invierno! transforma las horas para mi gozo, me sitúa siempre en un más allá de lo que soy capaz de sospechar: el superlativo de verde.

Mi obsesión por un placard poblado de vestidos verdes es apenas un detalle al lado de la visión que me salvó de la tristeza: aquel campo que un día fluoreció infinito, brotó una pregunta en mi alma ¿es posible permanecer dormida ante la intensidad? Desperté y siguieron los años. Con ellos brotaron de nuevo las palabras desplegadas en móviles de intimidad. En su tibia corriente, mis cartas terminaban una y otra vez en dichoso mantra: "mucho amor, luz y verde". Intención y certeza de futuro: lo que tanto deseé para otros volvió a mí. Regresó pidiéndome que saltara a una nueva versión a miles de kilómetros de lo conocido.

Por amor a un árbol.

Ahora vivo en un país tropical donde el verde se multiplica, exhuberante y diverso. Absorta en sus tonos, escucho: verde-agua, verde-hoja, verde-jade "¿Vos que naciste acá, te fascina el verde?" "¿Te transporta?" Verde-basilisco,  verde-fruto,  verdes tus ojos. Verdes con un archipiélago de miel ¿Acaso el verde no nace del amarillo y el azul?



 ***

A Duque, mi compañero desde que llegué a este país.


Perro espía, perro dragón, ya duerme cobijado por la tierra que lo vio crecer. Ahí lo dejamos como un ovillo, canela suave, bajo campanas rojas que yo misma sembré para que llamaran a la vida. Alrededor suyo todo abunda: crece el maíz, el limón dulce, la naranja malagueña, el delicioso aguacate, las cerezas. Huele a piña, a sol, a tierra mojada. “Perro ferveroso de tierras tropicales”: nunca pensé que nunca.

El ojo que todo lo ve no me sigue más. La visión retorna hacia donde todavía se sienta junto a mí cada día, donde tiembla con el trueno o espera en silencio a que vos le entregues el corazón del mango. Cada imagen deposita a su lado una nueva y atraviesa todas las demás. Una, como un futuro imposible, me llena de sal y agua. Yo quería llevarte a conocer el mar.



***

Salíamos del bosque. Yo todavía jugaba a la esperanza y buscaba el único árbol que nos llevaría, en sentido ascendente, hacia él. No habíamos terminado de inventar la historia por la cual nuestro encuentro con aquel animal efectivamente sucedía, cuando -de pronto- la futura mentira se hizo verdad.

"No me muevo de acá hasta que se vaya", mentí otra vez, como si hubiera opción. Hipnotizada, atrapada, me sumergí en la contemplación.

Sobre una rama, en tan leve existir, mágnifico, el quetzal. Ave venida de otro mundo para edificar la belleza. Esmeralda, escarlata, a cada movimiento parecía ser uno y otro, sin abandonar jamás el misterio.

Silencio



Bio:(Córdoba, 1982)  Desde pequeña me muevo en las aguas de la literatura y afines: lectora voraz; Licenciada en Letras Modernas y Técnica en Corrección Literaria por la UNC;  profesora de español para extranjeros; colaboradora de la guía cultural de Córdoba, Bitácora de Vuelo. Actualmente, soy alumna de posgrado de Gestión Cultural. Aprendo a realizar papel hecho a mano, libros de artista y cuadernos. Desde el 2013 vivo en Costa Rica.

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