miércoles, 25 de julio de 2012

Juan Luna




Dos más dos, cuatro,
el punto cardinal,
la nota que se pierde,
la fracción de segundos,
la división obligada.
Hay una escalada de valores
un resultado posible en el esfuerzo,
La suma de ambos lados de la realidad.
Esferas que giran 360 grados,
y vuelven al mismo lugar siempre.
Tus manos cóncavas, tu espalda convexa,
y la mirada indefinida.
Los números mandan, y otra vez
estoy en negativo.
Me pregunto qué vértice
me corresponde en este triángulo equilátero.
Los dados se deslizan sobre el paño,
y recojo el cubilete vacío
para saber en qué oquedad
se perdió mi buena suerte.
Un cero a la izquierda, una coma,
un paréntesis, un treinta y tres
a la enésima potencia.


***


los días con sabor amargo.
La lluvia insiste a veces
con dormir en mi cama.
Intenta seducirme, y sin embargo
cierro mis pestañas para que no pueda mirarme.
El pequeño pez se golpea contra el vidrio
y las burbujas suben por el mar ficticio.
La ventana sigue ahí, inmóvil
viendo cómo la calle se quita los colores,
y se llena de perros.
Se han vuelto arena las palabras,
pero una llama arde todavía
tal vez sea el fuego sagrado del que hablan.
Cuando el vapor empañe el espejo
haré con mis dedos la señal de la cruz.
Los soldaditos caen sin quejarse:
es domingo, y están sonando las campanas.


***

Una línea vertical en la ventana,
un hilo de sol que separa en dos
la realidad del lienzo.
Presagio de la niebla
que vendrá mañana.
Antes de las cuatro de la tarde
llegaron los tordos forasteros
con su sonido de conquista.
La ruleta gira dando y quitando
fortuna, gira y sin embargo
los personajes no se mueven,
la procesión va por dentro.
Los números no mienten
a veces, sólo nos consuelan.


***

Aquellos amigos que el tiempo
se encargó de dispersar,
con los que alguna vez construimos
un mundo a nuestra medida,
andan por ahí,
juntando insectos bajo la luz,
y yo aquí, a la misma distancia
que ellos de mí.
La sombra de los paraísos
amontona perros callejeros y
los niños que regresan de la escuela
comparten secretos,
ignorando que se perderán
con el tiempo.
La calle es un lugar de ida
o de regreso,
y una que otra vez un lugar de encuentro.


***

En una cama cualquiera
depositarás tu cuerpo,
pájaros carroñeros rondarán el techo
en busca de agua fresca.
Tus ojos negarán que has visto
mejores paisajes,
se te olvidará el aroma de naranjas
en un invierno con más heladas
que de costumbre.
Cuando llegue la noche
y tu luz no se encienda,
arráncate la pena con esa melodía
que los cuervos cantan
cuando están hambrientos.

 
 ***

El paraíso nos envuelve con su fronda amarillenta.
Un mosquito zumba ingenuamente
volando a baja altura.
Allá lejos una silueta cambia
de forma y de tamaño,
de a ratos parece un caballo de costado,
un instante después se convierte
en una bandada de aves carroñeras.
Es el destino- pienso- mientras quiebro
ramitas con los dedos.
Una hilera de hormigas baja por el barranco
cincelando los pasos que congeló el invierno.
Las bolitas del árbol, caen lentas,
y descubro un abismo
entre tu respiración y este fuelle
que se queda sin aire.
Nadie aplaude esta comedia,
estamos vos y yo solos,
dejándonos llevar, como un velero
sin remos en mitad del mar.

 
***

Acaso sea la sordera
tu mayor virtud.
Has extraviado las notas musicales
y solo puedes dibujarlas
en la pizarra blanca
que no resiste tanta tiza
como tus ojos resisten tanta lágrima.
No tengo la edad para marcharme,
ni coraje para arrancarte los dientes.
Sólo por preocupación
cerraré la puerta
y pondré junto a mi cama
un ramo de helechos
embebido en agua bendita,
y si mañana al despertar
aún sigues con esa molestia
que dices que te sube desde el vientre
llamaré sin pudor
al que arregla karmas
para que acuda con su perro
y termine de una vez con este entuerto.


***

Mi voz surge trémula.

El verbo que conjugo
no figura en ningún libro.
Voy desde el silencio,
hacia un grito hostil, desesperado.
No resulta difícil reunir palabras,
de hecho están en todas partes,
en revistas de moda, en manuales
de química, en latas de café
y entre instrucciones de cómo
hacer un buen pastel.
Las escucho en la radio,
suenan altas en la mesa del bar,
pero la simple suma de palabras
no da como resultado un buen poema.
Mi voz no calla, ni dice,
mi voz horada la garganta
y se diluye en el aire
como el olor del fuego
que consume mis papeles.
Una grieta estrecha
delata el deterioro.
No puedo esperar hasta mañana,
debo concluir este inútil alegato.


Bio: Nació en Quines, provincia de San Luís el 23 de julio de 1963. Reside en la ciudad de Villa Mercedes y, si obviamos el cuaderno de textos “5 erentes” editado por el Taller Literario de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Económico-Sociales de la U.N.S.L. (2010) del que forma parte, es absolutamente inédito.




3 comentarios:

  1. La noche que fusilen poetas y canciones,
    por haber traicionado, por haber corrompido,
    La música y el pólen, los pájaros y el fuego,
    a vos, querido Gordo, te salvarán esos versos que has escrito.

    Gusti

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    1. Gracias hermano por tan grande consideración,ojala algún día pueda escribir algo que valga la pena y que eso quede en el recuerdo.

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  2. Muy buenos tus poemas hermano poeta !!! La poesía te acompañe siempre para nuestro buen y el tuyo !

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