viernes, 26 de febrero de 2010

Gabriel Roel



Puerto de Olivos

Ciertos seres en que mi literalidad se ahoga, naufragan en meras fortalezas de la falta. Aquellas que nombran destrezas con acervos. O de inmediato resisten toda puesta en palabra.
Ciertas cadencias de estampa. Clavados silenciosos. O murmullos de agua entre esas como piedras bases del muelle de los pescadores. Omeros del real de la bruma de la tarde.
Las tansas suelen desensillar los atisbos pergeñados por los nudos.
Comisuras de súbito de mi francés jamaiquino. Atardecer sin espineles de un relámpago.



Errev tom kippur (*)

“le mots ne sont pas solubles / dans le silence / mais nous si”
Henri Meschonnic; 2001.


Donde dije
tres piedras no hubo eco;
fui perdonado.
Porque es entre otros la verdad
descompleta del asunto que somos,
en las cuentas con dios.
Prójimo otro próximo
ofensor y ofendido
Ofendido ofensor.
Zarza nombrada noche
Funny Games; sal arena de ayuno,
vorágine del mundo en ser de sed.
Noche decir de nada el don de lo soluble y resto; del sosiego.

(*) En Hebreo: Noche del día del Perdón.



Synothontys
“agua dentro del agua”

Roberto Echavarren; 2008.



El mundo no está al revés de ningún sitio.
Yo sólo atisbo sedimentos de orígen
en lechos estallados por dispersiones y
cauces de basalto en lo ígneo de los trópicos.
Brillantinas de agua
en el río de más subterfugio hacia el mar
honda línea de sombra
y haz en fluencia de escamas.
Mis ojos recogen flores de los inicios
del arsenal de silencios e inquietud
de piedrecillas que ya no buscan germinar
transparencia ninguna.

Alimentos y opacidad en la ruta de seda submarina.


Troj
“Peces de cima”

Héctor Viel Temperley
-Crawl, 1982-



que ensalma.
Silencio y blanca
esfera
desparramando
perlas
arena
y ánimo.
El agua
en las escamas
de afuera
sobre cubierta.
El arrojo
en cadenas
nada cifra
sòlo explanada,
cosas
del semestre sin puerto.
Pescados de sombra
ser la pócima de sed
la noche remota
que abrasa apenas agitada
las pateras.
La oscuridad sin sorbo.



Occare

Ahora sólo nido
insido
oriente y occidente
la siesta sin otra que columpie
o sopese
mensura y conste,
comité de relámpagos y dragones.
Ahora ni nieve
cóctel de un puente que logre empañadura
en las mamparas tuyas
en el cuerpo del sismo
o traído a la arena en sendero
sea del café
huella y leve hedor.
También oriente es un empacho.
También occidente es una gracia.
Debajo de los cardinales habla
una rosa de vientos de papel
a las distintas letras y el crujido.
Cardumen y jazmines.
También el agua que seda incendios garabatea
el soplo de los territorios
la distancia de lunes
en el tiempo sin ojo
varado como quilla
en la marea.
Final de la orilla
del paréntesis
donde hubo grullas
y las flotaciones no hilan ya
cuenco al madero
en la piel
con la voz del perfume.


Nota: Nació en 1971. Psicoanalista y estudiante de letras (U.B.A.). Estudió en Rosario con el poeta Aldo Oliva. Becario de fundación Antorchas, 1999. Obra poética inédita.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Daniel Martínez



Gianuzziana

Escribo con música de Abbey Road de fondo
(all the magic feeling)

navegando entre las palabras
el Sesaren 75 justifica su precio
el feriado y un email de un amigo perdido hacen el resto

en este preciso instante la lluvia
y su atmósfera prometen leña al insonmio

mi mujer corre hasta el patio
como una campeona olímpica
a entrar la ropa de los pibes

días donde a uno le gustaría quedarse
anclado como en una foto
a vivir por el resto de la eternidad

voy a hacer el mate
la poesía abunda

leo las cosas
todo tiene música

Gianuzzi diría
poesía es lo que está viendo
yo agregaría
poesía es lo que está viviendo





Me encanta volver
a mi pueblo
de tanto en tanto

ir a la chacra a ver a la Brígida
criando hijos de hijos
y haciendo milagros a la hora de la comida
y sentarme con
el tío más sabio del planeta
a enturbiarnos los ojos
de tintos y nostalgias

allí el tiempo
es un manzano
a la orilla de una acequia
y el olor de la tierra
tiene el aroma de la infancia
tiene nombres
que hablan del otro lado de la lluvia
nombres
que vuelven desde el costado feliz de la vida
tibios nombres
que me enseñaron a amar




1
La extrañadora
tiene brazos de aire
se alimenta de recuerdos
casi casi y no hay nadie dice la extrañadora

sobre su cabeza
hace nido la tristeza pequeñita
que crece y crece
y lleva lo que no hay

la extrañadora tiene hambre
siempre hambre
devora país nombres conocidos
pedazos de amor que no fueron
ruleta rusa de besos que lastimaron

la última mirada
dice la extrañadora
será una palabra
y yo le escribo para distraerla
y ella me mira de reojo


Nota: Daniel Martínez nació en Allen, Río Negro, el 12 de julio de 1963 y vive en Bahía Blanca.Librero de profesión. En el año 2002 publicó su primer libro titulado"Katru", en el 2008 la Editorial Hemisferio Derecho publicó "El circo de los pobres sueños".

martes, 23 de febrero de 2010

Nicolás Olivari




Cuadro sipnótico de mi existencia



Diez horas, diez horas de almacén,
¡Diez horas, diez!
Sacos de garbanzos, "Petit Pois extrafins"
¡y fardos de té!

¡Rabia! ¡Rabia! ¡Veinte horas de rabia! 5
¡Rabia multiplicada!
La cabeza en Babia
y una mueca en la cara cansada...

Cuatro idiotas, calzados, vestidos,
¡y todavía vivos! 10
...en fin...
los pinte en su vida sin vida
esto: ¡nunca tuvieron noticia
de la muerte de Lenin!

Monograma en el viejo escritorio 15
que eyacula tinta,
uniendo sus burocráticos poros
un nombre se pinta.
¡Rosa! Como en el viejo Colegio Nacional
también aquí tu cifra fue grabada, 20
pero allá era sentimental
aquí es una puteada...

El patrón, un mastodonte:
cuello, cinco vueltas de grasa,
alma negra de polizonte, 25
chacal desjarretado
por el reumatismo,
tabla rasa
del mimetismo.

Yo no puedo concebir 30
que este hombre fue niño alguna vez,
lo ha debido parir
el espíritu precito de algún Juez.

El odio es una cisterna
que me vuelve el alma negra 35
con el odio y la rabia está la terna
que mi desesperación íntegra.
¡Cómo han mutilado mis ilusiones!
¡Cómo han deshecho a mi optimismo!
Han abierto el grifo oscuro de las cavilaciones 40
y me han perdido de mí mismo.
¡Mamá!, ¡mamá!, ¡mamá!
¡Oh! el grito tenaz, el grito húmedo
de lágrimas subterráneas... ya
estoy haciendo números... 45

No la poesía de las cifras aladas;
son números con la cola entre las piernas,
son números burgueses, no sirven para nada,
pero no insultan ¡no hablan, no humillan...!
Oh, el firulete que les hago, 50
¡son tiernas caricias!

¡Diez horas!, ¡diez horas de almacén!
¡Mamá, mamá, mamá!,
como cuando me llevaron pupilo a la escuela,
¿recuerdas?, ¡fuiste tan buena!, 55
¡oíste mi grito infantil!
¡Ahora es ronco y cómicamente varonil
pero es más triste... ¡Mamá!
¡Llévame de aquí!



Soneto bien inspirado y mal medido

Esta muchachita de labios pintados,
melena, vestido vistoso, sombrero castor,
es cajera en una casa de peinados
y conoce el neologismo trágico: ¡control!

Cumple su horario como una hormiguita,
con los de la Casa es perfectamente casta,
y ciérrales el escote con dos cintitas
y tiene en su media una raya de: ¡basta!

Pero sabemos que visita casas sospechosas,
hace unos días que está muy ojerosa
y esta mañana... ¡vino tan tarde!

Ella es honesta en su Caja, pero resulta una ganga
hacerle un recordatorio corte de manga...
...¡Pst!... todo macho es un cobarde.



17 de octubre

"Desde la negra barrera del otro lado de la villa,
donde el horizonte se fundía con la nada,
con salitre en la mejilla resecada
y una miel despavorida en la mirada
llegaron
los descamisados.
"Desde la fragua abierta cual granada de su sangre,
encajada en el molde de la muerte,
desde altos hornos pavorosos, crudo fuego enemigo
con las uñas carcomidas
y el cabello chamuscado en cansancio secular
sus mujeres desgreñadas por el hambre y sus crías
que no lloran porque miran,
llegaron
los descamisados.
"Sin más arma que el cansado desaliento que en sus trazos se hizo hueco
frente al río enchapado de alquitranes y petróleos,
solfatara de mil diablos expulsados,
del ansioso cielo antiguo de los pobres,
detenido en el asombro de su paso,
la pupila desbarrada en la angustia esperanzada
en un hombre que hace luz en la tiniebla,
que levanta todo aquello que se daba por perdido,
por perdido y para siempre,
llegaron
los descamisados.
"Desde el otro lado de los puentes destruidos
por la mano codiciosa de los despechados
con un grito silencioso en la grieta de los labios,
clamoroso, esperanzado,
latir azulceleste en las venas que se crispan,
levantando los racimos en las manos,
hacia un hombre presentido,
que vibraba delicado,
llegaron
los descamisados.
"Desde el taller cerrado y la fábrica con su cara
clausurada de bondad,
patinada
por el antiguo sudor de sus familiares,
invadieron la ciudad
y el grito fue invadiendo las conciencias
hasta hacerle claridad.
"Claridad junto al Líder recobrado
por su pueblo, el gran pueblo, solo el pueblo,
y para siempre... para siempre, desde entonces
es nuestro, solo nuestro, recobrado por el pueblo,
en aquel día de gloria que empezó oscuro y trágico
hasta hacerse claridad,
cuando el nombre iluminado,
mi prójimo y vecino, mi compañero y hermano,
lo rezaran con el alma, cuando llegaron
los descamisados."

Nota:(Buenos Aires, 8 de septiembre de 1900 – Buenos Aires, 22 de septiembre de 1966) fue un escritor y poeta argentino.Comenzó su carrera literaria con Carne al sol, colección de cuentos publicada en 1922. En 1924, Modesto H. Álvarez publicó su primer poemario, La amada infiel, eslabón inicial de un arco lírico que se continuó, a lo largo de los años 20, con La musa de la mala pata (Martín Fierro, 1926) y El gato escaldado (Gleizer, 1929). Si bien poesía y narrativa fueron sus géneros preferidos, incursionó también en teatro, cine (como guionista, por ejemplo, de El morocho del abasto: La vida de Carlos Gardel, 1950, pero también como actor), escribió letras de tango (La violeta, entre otras).

lunes, 22 de febrero de 2010

Laura Petrecca



*

Un puño pesado
sobre el pecho de una muchacha
Resplandeciente, atento
recuerda con labios gangrenosos

-Si parece real es que es real- y
confiere a las costillas una dicha
que se convierte en llanto;
esas costillas también recuerdan
labios dorados

La música es buena y el gato es providencial
abre las persianas,
y atraviesa el árbol
la mirada que llega desde lejos, que da un paseo por el mundo



*

Los gritos de los chicos
despegaban
con una fuerza elástica
el magenta de los vidrios
y cualquier rastro de polvo en los paredones de la costa.
Pensó que ya lo sabía
y no parecieron extrañas las figuras cósmicas
que jugaban brillantes en los ojos de los conejos
cerca de la ruta.



*

Se preparan salvajes pequeñas jirafas
para batallar cantando el amor por la noche.

Lo que parece miedo en su espesor tibio
en cierto parpadeo incandescente
no es otra cosa que una imagen

-un palpitar ligero que conforma el resto en acidez marina-

Nubla la vista esea caida repentina
desemboco , inexistente yo, en todas las pequeñas furias.

La tierra que cubre un espacio indeciso
fue antes un río y devino tierra.


*

Los muchachos quedaron para siempre
como conejos en transparencias nocturnas;
las pupilas que de a poco enrojecían
vieron de cerca los motores y las velas

Y cuando el cielo tomo un rectángulo
y se perforo ahí por un tiempo
las figuras rosas que se escondían en la cima
vibraron tranquilas en un mismo ritmo

Era una vuelta abismal la que atesoraba los cuerpos
y cubría de cobre los márgenes callados de la ruta

Abrían la boca despacio los cuerpos como chicos
Para ser lamidos por el beso

Nota:Laura Petrecca nació en Buenos Aires en 1985.Publicó¨Pensó que ya lo sabía¨( Ed. Huesos de Jibia).

domingo, 21 de febrero de 2010

Ricardo Molinari


Estas cosas

No sé, pero quizás me esté yendo de algo, de todo,
de la mañana, del olor frío de los árboles o del íntimo sabor
de mi mano. Pero estas llamas y la lluvia bajan por la tarde del día elevadas, con su trabajo cruel
y afanoso, con el terror de la primavera y el tiempo y la noche
vanamente disueltos en su impaciencia.
Yo sé que estoy mirando, extendido, sin atender
lo que el polvo y el abandono ocultan de mi cuerpo y de mi lengua. Una palabra, aquella
sonriente y terrible de ternura,
oscurecida por la razón y el mágico envenenamiento de la nostalgia;
sedentaria huye por un campamento, llamada y perseguida permanente,
sin alguna vez, devuelta entera y desentendida
al seno ardiente de la noche, al ser mayor e indestructible de la atmósfera.
Nada queda después de la muerte definido y elevado, ni la imagen voluntariosa
sobre los pastos crecidos y ondulantes, ni el pie
atropellado que dispara de su quemada historia intacta.
Sin clamor el rostro siente el húmedo temporal, el albergue perecedero
y la flor abierta en el vacío,
sin volver los ojos, va en su rapidez disuelto
y extrañísimo.
Soy el ido, el variante del cielo,
de la calle muerta en las nubes,
su entretenimiento como un pájaro.
¡Amor, amor! una brizna del sentido,
tal vez un día donde mis labios bebieron la sangre
y todas estas nieblas azotadas e irremediables, perdidas.
Decidido, toma, ¡oh noche!, mis secos ramos y llénalos de rocío brillante
y pesado, igual al de las hojas del orgulloso y reclinado invierno.


Oda a la sangre

Esta noche en que el corazón me hincha la boca duramente,
sin pudor, sin nadie, quisiera ver mi sangre corriendo
por la tierra:
golpeando su cuerpo de flor,
-de soledad perdida e inaguantable-
para quejarme angustiosamente
y poder llorar la huida de otros días,
el color áspero de mis viejas venas.
Si pudiera verla sin agonía
quemar el aire desventurado, impenetrable,
que mueve las tormentas secas de mi garganta
y aprieta mi piel dulce, incomparable;
no, ¡las mareas, las hierbas antiguas,
toda mi vida de eco desatendido!

Quisiera conocerla espléndida, saliendo para vivir fuera de mí,
igual que un río partido por el viento,
como por una voluntad que sólo el alma reconoce.
Dentro de mí nadie la esperó. Hacia qué tienda o calor ajeno
saldrá alguna vez
a mirar deshabitada su memoria sin paraíso,
su luz interminable, suficiente.
Quisiera estar desnudo, solo, alegre,
para quitarme la sombra de la muerte
como una enorme y desdichada nube destruida.

Si un día no fuéramos tan extraños, defendidos,
que oyéramos gemir las hierbas igual que un sediento
hábito peregrino,
limpios del humor sucio, corruptivo,
me cortaría las venas de amor
para que se escuchase su retumbar;
para vestir mi cuerpo solitario
de un larguísimo fuego delicioso.

Pero no ha de llegar nunca ese tiempo mágico,
como no llega la felicidad
donde no vive el olvido, una voz muerta,
apagada voluntariamente.
Ni mar ni cielo ni flor ni mujer: nada;
nadie la ha visto llevar su rosa vulnerable,
su desierto extraviado entre inútiles bocas.
¡Qué duro silencio la cubre!
Ya no sé dónde llega o la distrae la vida
o desea dejarla
desprendida.
Dónde se angosta su piel imposible,
su lento signo enigmático: llama de esencia sin despedida.

A través de la carne va llorando,
metida en su foso sin cielo,
en su noche despreciada,
con su lengua eterna, contenida.
Qué gran tristeza la vuelve a la vida sin cansancio;
al reposo, cerrada.

¡La muerte inmensa vela su sueño sin alborada!

Nadie sabe nada, nunca. Nada.
Todo es eso. ¡Ansiedad vuelta hacia dentro,
sorda, detestable; alejada!

Majestuosa en su mundo obscuro, volverá a su raíz
indefinida, penetrante, sola.
Tal vez un río, una boca inolvidable,
no la recuerden.



Ya no volveré a ti luna de tierra...

Ya no volveré a ti luna de tierra;
quédate en tu cielo derrumbado,
con tu piel perdida, mojada en la lluvia.
Con tu soledad llena de espejos,
con tu dolor partido como una fruta.
Yo quiero volver a otro día, salir de tu sed
sin dejar un solo beso sobre una cornisa;
salir igual que una llama cubierta
de espumas y cenizas
a un nivel de flores.

Huir. Huir hacia donde el mar no lleve cariño
sobre las hojas,
donde no haya asfixia y tu nombre de piedra y espumas
se oculte entre montones de arena y conchas.

Pero el amor es el amor, y nadie puede desterrar una
raíz de plata
con destino y latidos. Con una sombra inmóvil cubierta
de memoria: con su casta de alma,
con su paisa e resbaladizo y sus manos
de vidrio quemado.

Si yo pudiera olvidar sin oírte, sin dejar
la huella de mi cintura temblando
en el aire. ¡Pero el amor es el amor, y el tiempo
mueve juncos y adelfas
para que se encuentren con la muerte!

Cuando pienso que nunca he de volver al frío,
qué ganas me llevan de talar un árbol;
de quebrar el ala de una paloma,
para que ella disfrute
de un amor enloquecido.

(Cuando uno vive alegre qué bien le debe caer
el canto de la noche sobre la carne. El canto de la
noche. ¡Agua y pinos!... Quién viera tu niebla
oscura, ala de frente, plumón muerto,
aire de vino desdichado. )

Pero yo quisiera volver a otro día. Siwmpre he soñado,
perdido en la sombra,
buscar una rosa de hielo con su hoja de viento.
-La rosa que no verá la multitud,
la que espera, como yo, un largo día de fiesta
a orillas de un río de Invierno.

Adiós, junco húmedo, oscuridad de Verano entristecido.
Hasta nunca, si nunca es volver alguna vez: estas
palabras como una flor
en su lecho de polvo, con su nunca, amando, en la garganta;
con tu sombra inmóvil, preferida.

¡Raíz de nieve, ocioso viento!

Nota:Nació el 23 de marzo de 1898 en Buenos Aires (Argentina). Quedó huérfano a los cinco años. Se crió con su abuela materna, uruguaya, en una antigua casa de Villa Urquiza. Dejó sus estudios para dedicarse a la poesía; su formación la debe, por una parte, a los clásicos españoles (de ahí su predilección por el romance, las coplas, el soneto) y a la poesía francesa, en la cual erigió como maestro a Mallarmé. Sus obras se caracterizan por no romper con el pasado y continuar con la tradición hispánica y americana precedentes (Góngora, Garcilaso de la Vega y el romancero). De joven integró el grupo generacional más destacado del siglo XX literario: el que reunió en torno de la revista Martín Fierro, junto con Borges, Marechal, Girondo, Bernárdez, Mastronardi, González Lanuza, Nalé Roxlo... En 1927 apareció su primer libro, "El imaginero", y dos años más tarde, "El pez y la manzana". Hacia 1933 viajó a España, donde conoció a los brillantes poetas españoles de la generación del 27: García Lorca, Alberti, Altolaguirre y Gerardo Diego, uno de sus descubridores. Ya casado, ingresó como empleado en el Congreso de la Nación, ocupación que desempeñó hasta jubilarse. Entre sus obras destacan: Panegírico de Nuestra Señora de Luján (1930), Odas a la orilla de un viejo río (1940), Seis cantares de la memoria (1941), El alejado (1943), El huésped y la melancolía —poemas escritos entre 1944 y 1946—, Días donde la tarde es un pájaro (1954), Una sombra antigua canta (1966), La escudilla (1973) y La cornisa (1977).

sábado, 20 de febrero de 2010

Jacobo Fijman



Canto del cisne

Demencia:
el camino más alto y más desierto.
Oficio de las máscaras absurdas; pero tan humanas.
Roncan los extravíos;
tosen las muecas
y descargan sus golpes
afónicas lamentaciones.
Semblantes inflamados;
dilatación vidriosa de los ojos
en el camino más alto y más desierto.
Se erizan los cabellos del espanto.
La mucha luz alaba su inocencia.
El patio del hospicio es como un banco
a lo largo del muro.
Cuerdas de los silencios más eternos.
Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.
¿A quién llamar?
¿A quién llamar desde el camino
tan alto y tan desierto?
Se acerca Dios en pilchas de loquero,
y ahorca mi gañote
con sus enormes manos sarmentosas;
y mi canto se enrosca en el desierto.
¡Piedad!



Crepúsculo

Ponderan los ocasos gustos violetas.
Un árbol negro, un árbol blanco, un árbol verde
cuelgan sus blusas
en la inmovilidad.

Ha cerrado sus párpados el viento.

Luces deshechas;
pétalos estrujados
en superposiciones.

Ponderan los ocasos gustos violetas.



Mediodía


El sol
hace un motín sangriento.
Paisaje apisonado.
Luces malavenidas.
Paladeos chispeantes del arroyo.
Tierras blandas de lluvias perfumadas
en que cavan las luces como perros.

Sosiego de mediodía.

Guía de carreteras bifurcadas.
Surcos. Plantíos.
Distancias.
Todas las heredades interrumpidas,
como en un paradero
definitivo.

Se enclavan en el sosiego los blancos, verdes, malvas,
del suave caserío.

Distiéndese el paisaje
martirizado de luz.
Una horda de árboles dispara
sus flechas de bramidos
contra el sol-agujero
concluso,
desolación iluminada.

Perspectivas insospechadas
que lame el horizonte sensualmente.

El silencio le ha puesto al viento
un candado de horas.

Bocas temblonas
del río.
Señorea la luz del mediodía.

Nota: Jacobo Fijman nació en 1898 en Besarabia, Rusia, hoy Rumania.
En 1902 viajó con sus padres a la Argentina, se instaló en Buenos Aires y luego en Río Negro. Su padre fue colocador de vías de ferrocarril.
En 1907 se asentó con su familia en Lobos donde cursó sus estudios primarios. En 1917 dejó su familia, se fue a Buenos Aires y se graduó como profesor de francés.
Su primera internación por problemas mentales data de 1921, dándosele el alta seis meses después. En 1942 lo recluyen por segunda y definitiva vez en el Hospicio de las Mercedes (hoy Hospital Borda) donde permaneció hasta su muerte. Durante ese período escribió numerosos poemas y dibujaba constantemente

jueves, 18 de febrero de 2010

Marina Serrano


Tibias

Donde sea que ella se encuentre
las cosas se vuelven lentas,
animales invisibles y pequeños
devanan madejas algodonosas
y cuelgan de cuerpos abiertos
como su pollera.

Las tibias, especialmente largas
subyacen a la carne, a la piel,
desde el tubérculo
descienden por el borde filoso de quilla
y se expanden, mesetas
abiertas a cóndilos femorales
sostienen, les permiten rodar, deslizarse
convierten lo plano en limitante
y dejan abierta la inminencia de la catástrofe
al movimiento no permitido.

Las tibias se adelgazan en sentido caudal
pero las tibias largas lo hacen aún
más lentamente.



Cambiarse los pantalones

Inspira,
la ligera extensión de su espalda
levanta la remera,
apoya los dedos sobre las crestas ilíacas
y los hace descender, hundirse bajo la tela
uñas, falanges, metacarpos.
El pulgar como anzuelo
lleva los pantalones hasta las rodillas.

Se sienta en el banco alargado
y tira de las botamangas,
cada pierna queda
con su zapatilla y su media,
cada pierna
a un codo de la otra.

Caigo arrodillada
me abrazo a sus muslos,
los cartilagos nasales se amoldan
a su ropa interior, ningún perfume enturbia
su sabor natural,
corro la tela con un dedo
y adhiero mi lengua. Regreso
a un estado primitivo de placer.



HIV Positivo

Veinte años. Sexo masculino. HIV positivo.
Caída de altura. Estado de conciencia:
coma inducido.

La escama del temporal
partida, desencajada.
El contrafuerter anterior
sin solución de continuidad
ofrecía una certeza:
el cráneo ya no era
una pieza única, sólida y resistente.

No abrió los ojos mientras lo aspiraba,
gracias a Dios.

La sangre oscurecía rápidamente
el lado desestructurado,
corría entre los tejidos, sobre los tejidos
la sonda no daba abasto,
mocos, drogas, virus, en mis guantes
subían
se acercaban al borde elástico
comenzaban a infectar
a llenarme, a llevarme
con él, con esa
impericia despreocupada de las cosas.

Linfocitos aglutinados
cuerdas brotadas en las correderas
y mis palmas supinadas
abrían los dedos al aire,
siete gramos de puro ojo se aplastaban
en el piso de cada órbita.

La hibernación acabó.
Una presurosa carga viral
liberó su gula y tuve fiebre,
adelgacé como un etíope,
comencé a respirar neumonía,
sufrir la negación del sexo,
del amor, la piel intacta,
llorar a moco tendido
el tiempo doloroso que me resta.

Caminé hasta la punta de la cama,
intenté hablar de otra cosa,
deshacerme de la idea,
pero fue imposible,
la espalda resbaló por la pared
y morí con él

Nota:Nació en el año 1973 en Quequén, prov. de Buenos Aires. Publicó: Formación hospitalaria (Sigamos Enamoradas, 2006) y La diástasis de las tibias largas (Sigamos Enamoradas, 2008).

miércoles, 17 de febrero de 2010

Juan Gelman



Oración de un desocupado

Padre,
desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.

Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay,
bájate un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma, mírame
el corazón,
yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean,
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo y voy
a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello.



María la sirvíenta

Se llamaba María todo el tiempo de sus 17 años,
era capaz de tener alma y sonreír con pajaritos,
pero lo importante fue que en la valija le encontraron
un niño muerto de tres días envuelto en diarios de la casa.

Qué manera era esa de pecar de pecar,
decían las señoras acostumbradas a la discreción
y en señal de horror levantaban las cejas
con un breve vuelo no desprovisto de encanto.

Los señores meditaron rápidamente sobre los peligros
de la prostitución o de la falta de prostitución,
rememoraban sus hazañas con chiruzas diversas
y decían severos: desde luego querida.

En la comisaría fueron decentes con ella,
sólo la manosearon de sargento para arriba,
pero María se ocupaba de soñar,
los pajaritos se le despintaron bajo la lluvia de lágrimas.

Había mucha gente desagradada con María
por su manera de empaquetar los resultados del amor
y opinaban que la cárcel le devolvería la decencia
o por lo menos francamente la haría menos bruta.

Aquella noche las señoras y señores se perfumaban
con ardor
pero el niño que decía la verdad,
por el niño que era puro,
por el que era tierno,
por el bueno, en fin,
por todos los niños muertos que cargaban en las valijas
del alma
y empezaron a heder súbitamente
mientras la gran ciudad cerraba sus ventanas.



Necesidades

el individuo que difiere de sus pares
que perturba o escandaliza a su familia o sociedad
suele ser calificado de insano acusado de enfermedad mental y
perseguido como enfermo
este acto de psiquiatría llena necesidades importantes
el individuo que ve piernas azules de mujer volar
arbolitos cantar el mundo heder
es encerrado golpeado con electricidad insulina médicos
este acto de psiquiatría llena necesidades importantes

¿necesidades del volar o cantar?
¿necesidades del individuo que difiere de sus pares
que perturba o escandaliza a su familia o sociedad y es
calificado de insano acusado de enfermedad mental y perseguido como
enfermo?
¿otras necesidades?
¿necesidades del individuo que no difiere de sus pares
que no perturba o escandaliza a su familia o sociedad
que no es calificado de insano acusado de enfermedad mental ni
perseguido como enfermo?
¿piernas azules de mujer volar no?
¿ni arbolitos cantar ni mundo heder?
este acto de psiquiatría llena necesidades importantes
los jabalíes de oro se están comiendo a Yvonne


Nota: poeta nacido en el año 1930, en Buenos Aires en el histórico barrio de Villa Crespo. Su primera obra publicada, Violín y otras cuestiones, prologada entusiastamente por Raúl González Tuñon, recibió inmediatamente el elogio de la crítica. Considerado por muchos como uno de los más grandes poetas contemporáneos, su obra delata una ambiciosa búsqueda de un lenguaje trascendente, ya sea a través del "realismo crítico" y el intimismo, primeramente, y luego con la apertura hacia otras modalidades, la singularidad de un estilo, de una manera de ver el mundo, la conjugación de una aventura verbal que no descarta el compromiso social y político, como una forma de templar la poesía con las grandes cuestiones de nuestro tiempo.
En 1997 recibió el Premio Nacional de Poesía. Su obra ha sido traducida a diez idiomas.
Reside actualmente en México.

martes, 16 de febrero de 2010

Concepción Bertone



Elegía para Juan Manuel Inchauspe

Leva en la mirada oscura, navega
el pensamiento en la arruga del ceño, ceñida
como una vela al viento
la cabeza de Juan
en el perfil izquierdo de su cara.
La cabeza apoyada
sobre la mano derecha que rodea el mentón, el candado
del pelo de la barba, la herida
de la boca encerrada bajo el bigote. Alta.
La mano alada eleva la cabeza, la alza
por encima del cuello,
del cogote —como él decía—
sin perder la elegancia, en la elegía
de una vieja conversación: cerveza santafesina
en la mesa de la amistad tranquila, la mesa clara
de Saer y de Juan, en otra foto.

Pero en ésta leva una luz. La luz
de una expresión infusa en los sesos, del peso
inexpresado de eso en la mirada. No
el reflejo de un foco, ni el haz
que se astilla contra un cristal, detrás,
contra su nuca. No.

Una luz en la pupila, un punto iluminado, un asunto
rodeado de pura luz en la oscuridad de sus ojos. Algo
como el alma que no sabemos, el fuego que no inventamos,
el veneno vencido con el mismo veneno. Eso.

Misterio escayolado que en los huesos queda
y fulge en la osamenta su “furiosa estrella: Arturo,
el Centauro, la Osa....” nombres de fuego
dictados a otros hombres, dijo Juan. Acordado,
fiel
al eco de su voz, dijo: “Combate” y
“Trabajo”. Las palabras, de pronto, anclan
en su cabeza
donde la araña trama
la tela tensa del poema: “Que sea
la frialdad de los otros
lo que ha venido aquí
envolviendo mi cabeza,
empujándome.
¿Qué importa?”

¿Qué importa ahora
la cabeza de Juan, el medio cuerpo
en blanco y negro, el botón de la camisa,
la sortija de un mechón de cabello
apretado a la sien. Un recuerdo de él
en los diarios...?

(No vivió para eso sino para los besos, los labios
que fueron sueños, sudarios, mortaja fluvial de los sueños,
epitafios de tantos, Tuñón) :

“Todo arde”
Mi cuerpo solo en el desierto del colchón
donde siento que la muerte me abraza
más amorosamente que la vida. Para decir
estuve, estuve en tal pasión,
en tal recodo...

También, Juanele, el Juan
-para los íntimos- en esa fotografía
tomada por Courtalón,
sobre mi escritorio, me abrazaba
en su guía
como el faro que atrae a la tormenta,
y la ilumina, la enfrenta claramente
a los ojos. Esa luz. Y el despojo
de todo eso. La poesía, la vida. Aquello
de la creación que Saer definía como un complot: el lugar
donde se está montando una bomba.... Una bomba
montada en el corazón de una esquina
en la que Juan José te cuenta:
para escribir El limonero real tardé nueve años
y a Cicatrices lo escribí en veinticinco noches... Esa luz
que no luce, que vela la rebelión, la pelea
velada del cuerpo. El apareo
de ese goce que nace del roce fugaz, de la “rosa real
de lo narrado”. Como
cruzar a nado el vientre del Paraná
partido en dos por un trueno. Por
el filo calado del lamparón.
Y el ruido en el que se quema el río, es música....

(Esa luz, esa acústica. Un sonido abandonado al oído.
En el caracol del oído donde suena esa música. Esa
que no llegaba nunca y cuando llegaba
era seda acordada, cuerdas de un laúd magnífico. El oficio
y el arte, Juan)

Ahora,
roza la eslora de tu cara el fluir. Aflora
igual que el ahogado a otra orilla, el recuerdo:
y vive allí,
no en la mano amputada de aquel amor,
no en el abrazo de tu palabra camarada, sino
en el muñón enamorado de esa palabra.
Aquello
embelesado en la luz, atravesado por la luz
que leva en tu mirada, que navega
en esa luz primera y última: llama del ser
que fue de luz, ultimado
por ser de luz. Ahora

Se incendia
en la fugacidad de otra tarde, todo. “Todo
arde”, Juan. Porque esta hora
de decepción, que alimenta la rosa del porvenir
se pierde. No se besa. Se muerde
el amor. Se devora, se hurta, se harta. Se atiza
para morir de su fuego. Como el árbol del alcanfor, Juan.

Su llama no deja ceniza.



Campana y Yo

"Por amor del poeta, puerta
abierta de la muerte" la noche,
tu cerrada voz. La entrada
a tu alma, morada mía
a esa hora sin sueño ni sueños.
¿Quién apaga el amor
así en nosotros? ¿Quién
es quién? Preguntabas
a la Madonnina del puente, o a la gente
muda, mudándose en la desnuda luz
de semblante. ¡Abajo los espías!
¡Que mueran los rufianes! Gritabas.
En vano como una aldaba llamo
a una puerta que da a ninguna parte
y como un arte secreto, sobrevivo
a otra noche. Filo de hacha
o hilo de seda...
¡Abajo los espías! ¡Que mueran
los rufianes! La pelea
hasta quemar la sangre, frita
la gota errante por las venas
"Que desgarrante sube: el río se pierde
En la arena dorada (…)
Y ya las cosas no son más".
¿Qué son las cosas ahora que
las cosas lo son todo
para los que nada son sin las cosas?
¿Dónde la "encorvada sombra
del humano trabajo"? ¿Quién
apagó el amor así en nosotros?
Y la luz del puente
de la Madonnina doliente
también. Y gritas todavía
¡Abajo los espías! ¡Que mueran
los rufianes! Pobre,
casi desnudo, Divino Dino,
junto a la arcada de via Strozzi,
antes y después de la cárcel, los muros
de la locura, de la mente mudándose
hacia las fuentes que saben
que no hay dulzura semejante
a la de la muerte. Mas no para mí. Otra.
suerte por azar o destino quiero, y sentir
que me muero si me muero. Que me vivo
como un arte secreto. Y con mi estilo
sobrevivo a otra noche.




Caballos

a mi padre Francisco Antonio Aversa,
en memoria


Yo sólo veía del caballo oscuro
el lucero de blanco pelo
que le dividía la frente, la crin
tusada por la parcial visión, por el hecho
de no tener más ojos
que para ver esa estrella. El
veía la majestuosa genealogía del pedigree,
el pelaje enjoyado por el "masaje", el
cuidado amoroso, antes y después
de la carrera, el paso airoso,
la apuesta de la corazonada, la gesta, y
lo que yo puedo ver ahora
en el remedo, la copia-ex profeso inexacta-
que queda en la memoria: el juego
por el juego, por la lúdica
vida, la vana gloria, la herida
siempre enconada del recuerdo. Mi padre.
Un pura sangre, un quemante resuello
de hazañas y rodadas,
un destello de hielo
en los claros ojos. Siempre será
ese modo lejano de amar. La luna,
en un eclipse total, esta noche
que la tierra no la deja mirarse
en los ojos del sol, es fija
de ese amor que me entenebra.

Nota: Nació en Rosario, Argentina, el 23 de abril de 1947. Es poeta, ensayista y crítica literaria. Fue coeditora de la revista literaria Cuadernas. Ha publicado: De la piel hacia adentro, poesía (1973.), El vuelo inmóvil (1983), Citas (1993), Aria Da Capo ( 2005), Las 40 (Antología que reúne a tres generaciones de poetas vivas de la provincia de Santa Fe).

lunes, 15 de febrero de 2010

Fabián Casas


Señor, le escribo para decirle

Señor,
le escribo para decirle
que he vuelto, esta mañana,
a leer sus versos.
Mi sed está saciada
y me siento iluminado.
No sé cómo pude
negarlo tres veces,
practicar la escritura automática
y unirme a la crueldad
de la multitud.
La esgrima tonta de los días
se había apoderado de mí.
Perdóneme, recíbame



Me pregunto

Definitivamente este es mi rostro de hoy.
Ojeras marcadas, pelo desparejo;
los labios hinchados. Nada más.
Me pregunto, porque puedo hacerlo,
cómo será tu rostro de hoy;
mientras tu corazón late al revés,
hace ya cuatro años
bajo la tierra.



Me detengo frente a la barrera.

Es una noche clara y la luna se refleja
en los rieles. Apago las luces del auto.
Está bien, pienso, es bueno que nos demos un tiempo.
Pero no comprendo nuestra relación;
no sirvo para eso. ¿Acaso serviría de algo?
Tu padre está enfermo y mi madre está muerta;
pero igual podría ir y tirarme encima tuyo
como todas estas noches. Eso es lo que sé.
Ahora la tierra vibra y un tren oscuro
lleva gente desconocida como nosotros.



Un plástico transparente

Abrí la puerta y te estabas bañando.
Los vidrios empañados, el ruido del agua
detrás de las cortinas,
las cosas esenciales instaladas
fuera de la razón.
Me llamaste, acercaste la cara
y nos besamos a través del plástico
transparente: fue un instante.
Las parejas y las revistas literarias
duran casi siempre dos números.
Sin embargo, de a poco,
le fuimos ganado terreno al río:
días interminables en los que el caos
tomaba tu forma para envolverme mejor.



Hacia afuera

Pienso en toda la gente
que a esta hora mira televisión.
Una lluvia finísima
cae en la calle
y emerge desde el suelo
un silencio precario.
De la ventana hacia afuera
los límites de mi lenguaje
crearon un mundo
que ya no me interesa.
El pavimento mojado
refleja las luces de los autos:
rojos, verdes y amarillos
moviéndose.


Nota: Fabián Casas nació en Buenos Aires, Argentina, en 1965. Poeta, narrador, ensayista y periodista. Publicó: Otoño, poemas de desintoxicación y tristeza, 1985; Tuca, 1990; El salmón, 1996, Primer premio Latinoamericano de Poesía, convocado por la Revista Prometeo; Oda, 2003; y El Spleen de Boedo, 2003. Publicó en narrativa: Ocio (Novela, 2000) y Los Lemmings (relatos, 2006).

domingo, 14 de febrero de 2010

Roberto Juarroz


2

Interrumpir todos los discursos,
todos los esqueletos verbales,
e infiltrar en el corte
la llama que no cesa.

Empezar el discurso del incendio,
un incendio que inflame
estas rastreras chispas malolientes
que saltan porque sí,
al compás de los vientos.

Y entretanto sellar la incontinencia
del verbo del poder y sus secuelas.
La palabra del hombre no es un orden:
la palabra del hombre es el abismo.

El abismo,
que arde como un bosque:
un bosque que al arder se regenera.



6

Hay fragmentos de palabras
adentro de todas las cosas,
como restos de una antigua siembra.

Para poder hallarlos
es preciso recuperar el balbuceo
del comienzo o el fin.
Y desde el olvido de los nombres
aprender otra vez a deletrear las palabras,
pero desde atrás de las letras.

Quizá descubramos entonces
que no es necesario completar esos fragmentos,
porque cada uno es una palabra entera,
una palabra de un lenguaje olvidado.

Y hasta es posible que encontremos en cada cosa
un texto completo,
un reservado y protegido texto
que no es preciso leer para entender.



13

Hay un momento
en que uno se libera de su biografía
y abandona entonces esa sombra agobiante,
esa simulación que es el pasado.

Ya no hay que servir más
la angosta fórmula de uno mismo,
ni seguir ensayando sus conquistas,
ni plañir en las bifurcaciones.

Abandonar la propia biografía
y no reconocer los propios datos,
es aliviar la carga para el viaje.

Y es como colgar en la pared un marco vacío
para que ningún paisaje se agote al fijarse.




77


En una noche que debió ser de lluvia
o en el muelle de un puerto tal vez inexistente
o en una tarde clara, sentado a una mesa sin nadie,
se me cayó una parte mía.
No ha dejado ningún hueco.
Es más: pareciera algo que ha llegado
y no algo que se ha ido.
Pero ahora,
en las noches sin lluvia,
en las ciudades sin muelles,
en las mesas sin tardes,
me siento de repente mucho más solo
y no me animo a palparme,
aunque todo parezca estar en su sitio,
quizá todavía un poco más que antes.
Y sospecho que hubiera sido preferible
quedarme en aquella perdida parte mía
y no en este casi todo
que aún sigue sin caer.


Nota: Roberto Juarroz (Coronel Dorrego, Provincia de Buenos Aires, 5 de octubre de 1925 - Temperley, Buenos Aires, 31 de marzo de 1995) fue un poeta y ensayista argentino. Su poesía ha sido muy estudiada y vertida a una gran cantidad de lenguas. Desde junio de 1984 fue miembro numerario de la Academia Argentina de Letras. Recibió varios premios, el Gran premio de honor de poesía de la Fundación Argentina de Buenos Aires, el Esteban Echeverría de 1984, el "Jean Malrieu" de Marsella en mayo de 1992, y el premio de la "Bienal Internacional de Poesía", en Lieja, Bélgica, en septiembre de 1992.

sábado, 13 de febrero de 2010

Marina Kohon



Leyenda irlandesa

Quizás
me pierda como Condla
si me ofreces
la manzana de Avallon,
me suba a tu barca de cristal
cruce estrellas, galaxias, infinitos.

Quizás
me rehuse luego
a probar otro alimento
está bien sabido que estos frutos de ambrosía
curan heridas, penas, cicatrices.

Quizás
no haya conjuro posible
al que el druida Corán
pueda acudir para apartarme de tu lado
y se desmayen las horas, los minutos, los segundos.

Quizás
te vuelvas omnipresente espejismo
de mis miradas
y ya no pueda ser la misma.

Ten cuidado, nadie ha vuelto de la Isla de los Manzanos.



Leyendo runas

I

El Oráculo videncia:
los sueños exigen una tregua.

II

El amor es una hiedra que reclama,
la rebelión encenderá el fuego.
(es que mis voces se han cansado)

III

Su adaptabilidad salvará los sortilegios.
Busque el cobijo de las hojas
(Las hojas en blanco me hacen sangrar las manos)

IV

Retorne al barro de su infancia
Lea los presagios en las huellas.

V

(Odín tronchó los atajos
siempre sostuvo la invulnerabilidad de mi destino)

VI

Recorra el único camino.
Todo es incierto menos el futuro,
las runas se dispondrán
ensayando círculos en el horizonte.

VII

Desoiga al firmamento.
Saque los precintos a sus voces…
(dejo que las rosas se deshojen con el viento)

VIII

Su carne transmutará a otros espacios.
Reid le dará la fuerza.

IX

No tema, vencerá al amor.
Luego podrá guardarlo
Junto con los demás trofeos.

X

(a veces, es peligroso jugar a Pitonisa)




La Otra


Quisiera echarla para siempre.
No soporto que aparezca detrás de mis espejos
haciéndole burlas a la vida. A Mi vida.
No soporto la mirada de narradora omnividente
con la que analiza mis días,
su rictus sentenciando cada uno de mis actos,
la reprobación que sale por sus ojos.
Por eso evito mirarla, como si fuera una Gorgona,
temo que un día se lleve completamente
mi alegría, mi fuerza, mi coraje.
No hay derecho.
Odio las negras ondas que salen de la niebla
sus fallos inapelables
como un Minos desde el Segundo Círculo,
una jueza desde el estrado de mis sombras.
Odio que se mueva oculta como serpiente
entre la hierba
para entristecer al aire,
aunque el Cielo haya decidido su dulzura.
Odio su silencio que se come las palabras,
su irónico contorno del descrédito.
Quiero que se vaya,
de una buena vez y que no vuelva.
Porque ella no tiene derecho,
es una triste advocación de lo negado.



Me cansé

Sí, me escuchaste bien.
Me cansé. Me cansé de vivir en este vilipendio de palabras.
El amor es amor, el odio es odio,
La lealtad es lealtad y la traición, traición.
Es hora de sopesar los huracanes.
¿O es que hablamos sólo con fonemas?

Me cansé de que las frases dulces queden rezagadas,
Esperando en los rincones
Mientras mi espacio se rebela
Ante tanta decodificación del arameo
Para contarle al resto de mí que me querés,
Que te soy indispensable.

Y eso no es todo. Tengo problemas con mi espejo.
Porque él no entiende cuando le exijo no me devuelva
Esa cara de lirio anestesiado.
Y hasta parece que cuando camino me deshojo,
Aunque acá ya es casi primavera.
Es que quizás vos no te des cuenta.
Pero me cansé de esta sístole y diástole de emociones,
De escupir sapos para contrarrestar las plagas,
De inventarme Wonder Woman sosteniendo Hoover Dam
Cuando a secas me da sólo para woman.
Parece que sos al único que engaño.
Porque sabrás, por los rasguños se filtra la tristeza
Y no hay tutor en este mundo
Que pueda enderezar al tallo mustio de la angustia.


Nota: Marina Kohon nació en Mar del Plata, es Profesora de inglés.Sus libros permanecen indéditos.

viernes, 12 de febrero de 2010

Bruno Di Benedetto





Country (fragmento)


el señor A., rentista, sueña con un mundo mejor



-Sin negros, ¿viste?




la doctora B., jueza de paz, se queja a su coiffeur


En el cantri ya no se puede vivir:
la muchacha me saquea el fríser
al nene me lo discriminan en la facultad
(cantri-boi, le dicen, como el tema de los bitles,
¿te acordás?)
el rot-uailer -bendito sea- mordió a mi suegra
al vigilante hay que vigilarlo
-a mi marido también -
no consigo un jardinero como la gente
mi vecina amaneció con cinco tiros en la nuca

¿no te parece que este corte me hace más vieja?



la señora C., agente inmobiliaria,
presiente que la venta se le está por complicar



-Como pueden ver la vista
es preciosa…
Robles de ¡o-chen –ta- a -ños!

Por allá están las seis canchas de tenis,
la pista de atletismo,
el campo de golf,
el papi - fútbol
el lago artificial para kite y windsurf
las seis canchas de paddle
las caballerizas, la cancha de po…
-…
-¿Eh? No, no hay ni cine ni teatro.
Biblioteca tampoco. ¿Por?



la señorita D., mucama, hace planes románticos


ahora que la patrona se fue de viaje
voy a prepararle una rica comida al señor
-capaz que hasta le haga sopita paraguaya-
le voy a usar un poco del perfume a la patrona
y esas bombachitas negras, chiquitas
así le doy una sorpresa al señor
y se pone contento
y le voy a pedir platita
para traer a mi hermana de Asunción
y le voy a decir que me regale ese osito de peluche
y que me de franco los domingos
así puedo pasear con ella
y que venga a mi pieza
y que me dé besos suavecitos
y que se quede toda la noche
y que me hable bajito
y que me hable rico
como él sabe hablar
y que por favor que por atrás no
que duele




el coronel E., hombre previsor, practica frente al espejo


corta el aire de dos sablazos
saluda
se cuadra
dice sucio trapo rojo
dice sinarquía
dice judío roñoso
dice caos
dice anarquía
dice noche y niebla
dice aniquilación
dice vengo a traer la paz
el orden y el progreso

pero antes dunga dunga



el padre F., consejero espiritual, tiene pesadillas


el secreto de confesión lo tiene a mal traer
ego te absolvo
le dice al financista
al militar retirado
al abogado
al importador
a la diputada
al juez
al comisario
a esa señora que parece tan de su casa

ego te absolvo
les dice a todos

pero por las noche sueña
que el Señor baja de la cruz
y le dice
Yo no
y entonces el Señor
extiende las manos ensangrentadas
y le retuerce el pescuezo
como a una gallina enferma.

gracias a dios,
-suspira el curita, ya despierto-
Dios no existe.



el niño G., almita inocente , no puede dormir

no saca los ojos de la puerta entornada
vigila los zapatos
el agua y el pasto
la cartita en letras mayúsculas

SENIORES RELLES MAGOS DOS PUNTOS
ME PORTE MUI VIEN
CIERO UN MP3 COMO EL DE

el sueño que casi lo vence

cuando clipiticlop en el pasillo

papel de regalo que cruje

mucama en puntillas
poniendo paquete primoroso
sobre los zapatitos
mucama que se retira
otra vez en puntillas
sin escuchar
el llanto del niño
que se ahoga bajo la colcha
porque ahora sabe
que los reyes no son los padres.



el señor H., filósofo de derechas, reflexiona honestamente


mira por la ventana del Club House y ve:

ve los juegos pacíficos de los niños
las mamás rubias
los papás bronceados
las casas amplias y llenas de sol
los bebés gateando en los jardines
los vecinos que se saludan sonrientes
los perros gordos y adormecidos
los bellos adolescentes envueltos en nubes
de música y poesía inglesa

paz y belleza
paz y belleza
sólo paz y belleza

de este lado de las púas.

Nos lo hemos robado todo.
-se dice apurando el trago-

Todo.

Hasta la utopía.

Nota: Bruno Di Benedetto nació en Avellaneda, provincia de Buenos Aires en 1955. Desde 1979 reside en Puerto Madryn. Ha coordinado talleres de escritura y creatividad para escritores y docentes en diversas ciudades del país.
Como promotor de la lectura, realizó programas radiales y televisivos y publicó artículos en diversos medios gráficos.
Fue co-editor de la revista de la calle “Darse vuelta”, premio "Hacelo vos" 2007 Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Desde 2005 es capacitador del Plan de Lectura de la Provincia del Chubut.
Coordinó las ediciones de "Palabras que trae el viento" 1 y 2, selección de autores chubutenses, para el Plan Provincial de Lectura y la Campaña Nacional de Lectura.
Fue organizador de los encuentros "Los maestros de la Rosa Blindada" (2001); "Los maestros del Escarabajo de Oro" (2002); y XXIII, XXV y XXVI Encuentro de Escritores Patagónicos.
Ha publicado los poemarios “Palabra irregular” (Premio Convocatoria Escritores Inéditos, Chubut, 1987), “Complicidad de los náufragos”, “Dormir es un oficio inseguro” (premio Fondo Editorial Chubut, 2003), “Vengan juntos” (relatos) y "Country" (Ed. El surí porfiado, 2009)
Libros inéditos : "Crónicas de muertes dudosas" (2008, Premio de Poesía Casa de las Américas 2010) y "Nada" (2009)

jueves, 11 de febrero de 2010

Joaquín Giannuzzi



Nicolás entra en escena

Cuando corre hacia mí
mi cansada osamenta responde
con un espasmo emocional. Así que
bienvenido a esta escena
donde los títeres se apalean
por razones que ignoras tanto como yo.
Pero de todos modos alcanzaré a ser
el primer fracaso de tu vida
y tu primer sospechoso. No te molestes
en desmentirlo, considera este final
como un detalle en el curso de las cosas,
un accidente que ayudará a marcharme
antes de que me pidas explicaciones
por este tumulto. Agradezco tu llegada:
quizás oculte la promesa de entender
lo que fue secreto para mí,
poeta de oscuro oído que no percibe el rumor
de un sistema coherente de realidad.
Desde mi último sillón asisto
a tus asombros. En tus ojos voraces
apuntan los titubeos prenatales
de un mundo que no me pertenece.
El mío se deshace, estupefacto
sobre los escombros de su propio centro.
Despide entonces a mi siglo con piedad.
Ahora tu oportunidad consiste
en cuidar el tuyo y tu cerebro,
mientras amaneces
y mi herencia son todas tus preguntas.


Lluvia

Desde anoche se anunciaba en mi osamenta
este golpe de lluvia resonando
allá afuera, apartado
de los objetos personales.
Pero hay una respuesta placentera
partiendo de mi fisiología,
una correspondencia natural e indescifrable
entre elementos vivos,
que segrega del conjunto
mi condición de espectador.
Desde mi butaca
asisto a la representación terrestre
donde las cosas encajan como un problema resuelto.
A solas con mi identidad
ajeno a mi esqueleto y a la lluvia, descarnado
en la penumbra prenatal del dormitorio.



Mosca final

Tiesa en el vidrio y su engaño, todavía
se aferra a un resto de luz menguante.
Calmada forma final
ya no tiene razón contra el invierno.
Un fracaso a la vista del cielo:
veo la dignidad
de concluir con la tarde, en un gris moribundo
aplastado a lo traslúcido. Una pizca
de frío residuo planetario
hacia abajo chupado, a lo indistinto.
En su descenso cumple
una certeza de orden, mientras ignoro
la ley de mi propia disolución.
La muerte
no me reserva esa lógica suave,
su tranquila mecánica
sino un final inexacto, sometido
a un desesperado anhelo personal.



Llamado al hueso principal

Con dedos pensantes y a fondo
palpo el hueso de mi cara:
un hueso general en el que busco
una forma cumplida, una razón total
un principio de respuesta, algo que aclare esto
con la medida de su oscuridad.
El hueso calla, se ahonda y endurece.
Sólo habla mi cara, mi máscara histriónica,
esta carnadura vaciada del error,
esta superficie apaleada por la época,
su charla de idiota, su falsa dirección
sumando confusión al ruido de la realidad.



Conocimiento del insecto

La mosca explora el borde de los objetos
en rápidos giros discontinuos.
Una pizca nerviosa de vida individual, aplicada
a este momento convencional de las cosas.
Pero en alguna parte
estalla una puerta y en súbita parálisis
la mosca se entrega a la sospecha
de un doloroso conocimiento:
sabe que estoy allí y que no puedo
apagar mi conciencia, su amenaza de caos.
Una vigilia de universos separados
que no pueden ignorarse.
En dos cuerpos tensados, una astucia
de condenados, a la espera
de algo que pueda definirse todavía.
Y el salto en que se pierde
por el mundo ilegible
es una desierta aventura
hacia un orden ajeno a mi visión.


Nota:Nació en 1924 en Buenos Aires y murió en 2004 en la provincia de Salta. Su obra ejerció una gran influencia en poetas de las generaciones posteriores. Comenzó estudios de ingeniería pero los abandonó para estudiar periodismo. Escribió desde noticias policiales hasta críticas literarias en los diarios Crítica, Crónica, Clarín y La Nación.
En 1958 publicó "Nuestros días mortales" y ganó el premio de la Sociedad Argentina de Escritores. En 1962 empezó a colaborar con la revista Sur que dirigía Victoria Ocampo. Por esa época publicó "Contemporáneo del mundo". En 1967, "Las condiciones de la época" y en 1977, "Señales de una causa personal". En 1980 apareció "Principios de incertidumbre"; en 1984, "Violín obligado" y en 1991, "Cabeza final". Su último libro, "¿Hay alguien ahí?", se publicó poco antes de su fallecimiento en enero de 2004.
Giannuzzi ganó los premios Municipal y Nacional de Poesía. Fue un hombre de vida austera y ejercía un suave humor negro. La alusión al entorno social y cotidiano, la muerte, la incertidumbre, fueron frecuentados por su poesía tersa y de sorpresivos remates.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Eduardo Ainbinder



También las generaciones venideras


tendrán su objeto muerto del futuro
a quien acudirán puntualmente a decir: “Tú me sobrevivirás”.
Sin temor a equivocarme, ya que permaneces innominada
en la lista de bajas del destino,
acudo a soplarte en la nuca: “Me sobrevivirás”.
Sin embargo, no soy un ingeniero,
puedo permitirme errores de cálculo,
soy el principal proveedor de esta tragicomedia,
¿no me creen? mejor así;
cuando las creederas y las asentaderas del gran público se juntan
ocurre lo peor; transformándose al tiempo en puras asentaderas,
hurtándole el procedimiento a la época
de practicar una lenta expiación
a través de un cristal de aumento
hasta en los actos que se cumplen
a puertas cerradas como la defecación,
si es que hoy en día tal acto no se cumple incontinenti
a la vista de todos, a la medida de cada uno.
Será –digo yo– por la corriente tendencia de la plebe
a desarrollarse en una síntesis superior
sólo de la cintura para abajo.



Instrucciones para sostenerle la vela a una anciana


Si la materia no contuviera
sus propias leyes de autodestrucción
es probable que un demiurgo previsor
dejase precisas instrucciones
para la destrucción de lo rosado
blanquecino, beige, azul y oro,
lo rojizo, verdusco o incoloro,
en fin… de todo lo creado.
Pero las “Instrucciones para sostenerle
la vela a una anciana” son más bien imprecisas.
En ellas no figura cuánto tiempo
hay que sostener la vela,
si hasta el fin de nuestros días
o hasta que las pupilas se nos vuelvan cuadradas.
Y lo más preocupante, inquisidor de la conciencia,
si en todo caso cuando la vela se consuma
quien la sostiene estará muerto
y la anciana vivirá para contarlo.


Si atravesara

palacios y jardines imperiales, escaleras, patios, puentes colgantes,
y más patios, más espinosos jardines, hasta ganar la calle,
si recorriera ciudades enteras
abriéndose paso entre la muchedumbre,
aunque esto no podrá suceder ¡no será para tanto!
Pero si sucediera y por fin se presentara en tu casa
el peor de los donjuanes
antes de ejercer una suave presión sobre el timbre
sentiría un vértigo antiguo tal si el mundo aún se sostuviera
sobre cuatro elefantes ¡no será para tanto!
Aunque esto nunca, nunca podrá suceder,
pero si sucediera; ¡pueriles noches, amigos!
aún faltarían ochocientos años
con sus mañanas, tardes y noches pueriles
para que el peor de los donjuanes
se interponga entre tus ojos y el paisaje.
En todo caso estarás en tu ventana
sin tener en qué poner los ojos,
el peor de los donjuanes no es alguien
que se espera en una casa iluminada
aunque permanezca una lámpara encendida
para recibir a los insectos ¡no será para tanto!


Nota:Eduardo Ainbinder (Buenos Aires, 1968) es un poeta argentino. Participó en la revista 18 Whiskys publicando allí sus primeros poemas. Editó las colecciones de plaquetas de poesía Mickey Mickeranno y Jimmy Jimmereeno. Edita la revista Tupé. Es librero bibliófilo. Sus libros circularon en ediciones de unas pocas decenas de ejemplares hasta la publicación, en 2007, de su obra reunida. Su estética fue definida como de "un lirismo no sentimental" y de un "vanguardismo discreto" por Damián Tabarovsky en la edición de la obra reunida del autor por el sello Interzona titulada “Con gusano”.

martes, 9 de febrero de 2010

Jorge Mario de Lellis


Valentín Gómez 3887 - 2° E


Cuántas veces yendo y viniendo en torno a lo que amamos,
más libres que este raro olor a lino,
más próximos, más justos o acaso
más injustos
por pretender bajar la luna a nuestras manos
más comunes a todo
sin festejos de sábados
sin elegantes formas, sin pañuelos
diciendo adioses falsos
acá estamos, acá
yendo y viniendo, entre un café y un trago,
muy simples, muy amigos,
dolidos y sonrientes, afectuosos, conversando
de largas cosas vivas.
La puerta siempre abierta para Almagro.



El sillón

Mañana gris y nadie quiere recogerte.

Junto al cordón de la vereda,
tu bordadura de años, tus escombros.

¿Quién descansó allí?
¿Qué fatiga encorvada de horno y pala?
¿Qué romántico amor caridolente
en tus primeras lunas de folletín y arpa?
¿Mi madre, con su rostro de hortensia entre las nubes?
(En las horas de siesta le gustaba
quedarse en una sala con retratos)
¿Mi abuelo? ¿O el primer gringo amigo de mi abuelo,
aquel que ahorraba moneditas para comprar postales?
Y en las veladas de peinetón y polca,
¿qué tornadizo azul torneado
coqueteó en tu estrechez de nido de abanicos?

¿Y qué cosas tuviste cerca tuyo?
¿Qué reloj de cucú, qué mirlo en jaula,
qué pecíolo rojo, qué digno piano?
¿Qué reliquia clavada en la pared
te miró tanto tiempo con los ojos sonámbulos?
¿Qué torreones de sueños se veían
desde tu sitio? ¿Qué pesares borrados?

Mi madre no desconoció tu historia.
Cuando yo te llevé, se sonreía.
Una sonrisa llena de pasado.

Mañana gris y nadie quiere recogerte.

Todo tu tiempo ha terminado.



Canto a los hombres del pan duro


Nacen, se reproducen, después mueren.
De cobre son y el cobre los golpea.
Llevan de cobre el corazón y la camisa.
Llevan de cobre las mujeres recias.
Llevan de cobre el ojo y los abuelos.
De cobre son y suenan.


Nacen, se reproducen, después, mueren.
Y es de cobre el vapor del caldo escaso,
de cobre el duro tálamo, la higuera,
el defendible hinojo,
la charla sobre el pan, el hasta cuándo,
las mesas de hule roto, la impaciencia
por ver caras alegres, frutillas, casas propias,
amigos bajo el sol, bajo la siesta.


Nacen, se reproducen, después, mueren.
Fueron cadetes de la industria,
albañiles de andamios,
fabricantes de cosas inútiles modernas,
paladines del aire y del martillo,
fregadores de pisos, humo de chimeneas.


Nacen, se reproducen, después mueren.
¿Quién obtuvo sus sangres?
¿Quién destinó sus vértebras?
¿Quién los puso de gallos en la aurora
caminando y gritando, pateando y acatando,
hirviéndoles la sangre compañera?


Yo los he visto hastiados hasta decir no quiero,
los he visto matando en frigoríficos,
matando en primaveras
en que todo nacía sin motivo aparente
como nacen las flores;
lo he visto con bolsas,
moverse, trabajando, cuando era
la hora de comer,
la hora egregia del amor y del descanso;
los he visto trepados a las torres,
trepados a las viejas torres,
dándoles cal, charlando con los ángeles,
mirando un punto de la tierra,
un solo punto vivo
al cual pertenecían
y por el cual hilaban sus días, sus esencias.


Los he visto volviendo a sus hogares
con la honradez al hombro, mirándose las piernas,
detallándose niños y costumbres,
algunas cosas que suceden,
pisándose las huellas,
hollándose los marzos, los octubres,
los panes sin almuerzo, las amargas cosechas
del frío, las amargas recolecciones para otros
y las amargas siembras
del cobre que resuena en el alma
como un gran acordeón tocando a fiesta.


Yo sé que nacen, sí.
Yo sé: se reproducen. Yo sé: se mueren.
Sé que suenan a cobre, sé que suenan
a rasgadoras fiebres, a pan hermoso y triste.
Tienen hijos de cobre, muy sonoros;
tienen mujeres recias,
cigarrillos baratos en los dedos,
hondas causas vitales manchando sus ojeras.


Están aquí y allá.
Suenan, resuenan.


Son de una gama gris.
Andan y trepan.


Naturalmente cobres, naturalmente solos,
tienen el sol cerrado sobre la mano abierta.
Y un día caen trizados por el tiempo,
con unos ojos amplios hacia el norte
y un pan duro indicando sus presencias.


Son esos hombres duros como el cobre.
Suenan, resuenan.


Nota: Jorge Mario de Lellis (1922-1966) es una de las voces más sobresalientes de la generación del 40. Autodidacto por decisión propia. Realizó trabajos de oficina en la empresa familiar de consignaciones de hacienda; posteriormente, para disponer de mayor libertad personal se decidió por el cuentapropismo. "De Lellis inventó una forma, un estilo propio, reconocible, cuya vigencia se advierte a medida que se lo lee" escribió Horacio Salas. Y otro amigo, acaso el más entrañable -Isidoro Blaisten-, dijo: "Iba como buscando flores por la vida. Viviendo sólo lo decantado. 'Suelo olvidar detalles', dijo una vez en un poema. Y los olvidada, porque tenía que vivir apresuradamente, en función de poesía, quemando etapas, casi contra reloj, con ese presentimiento de la muerte, con esa solemnidad de la muerte que tenía en la mirada". "Cantos humanos", "Hombres del vino, del álbum, del corazón" y "Hortigueral de Almagro" son algunos de sus poemarios.

lunes, 8 de febrero de 2010

Jorge Aulicino



Berserkers
(Del libro "Hostias")


No contabas los muertos entre aquellos
cuyos perfiles de tormenta daban siempre el par.
Pero de esas batallas y de aquellos inmortales no quedan,
en esta luz de cobre de tardes argentinas,
más que polvorientos reflejos.
Ya ves: cuánta furia entonces, cuántas las torres
desmoronadas en procura de un jardín incomprensible.
No era de viento tu lengua, ni de nube:
era del pedernal que ellos entendían.
¿Qué ley, qué disposición secreta,
qué alquimia o signo hubiesen contemplado?
Es cierto que te desafiaban con un grito
en los valles nublados del Orco.
Cierto que tomaban el pan y la mujer, el rocío o la sangre,
con aquel gesto aprendido en tu mesa y al pie de tus murallas.
¡Oh, que no comprendieran lo que aún decías;
la palabra que tañía,
la piedra blanca que dejaste ver entre tus manos!
Y sin embargo -¿recuerdas?-
los habías lanzado por el filo del abismo y a las comisuras del
diablo,
al raleado monte o a las ciénagas
donde las aves zancudas y el relámpago
hablan de tu reino.
Iban ellos, conquistadores de tu Elam, ceñudos.
Pensaban que no era la muerte sino una posibilidad entre las cosas
que todavía giraban en el azar de tu nombre.



Ventanas apagadas (del libro "Ituzaingó")

Un señuelo con varios anzuelos en el negocio de desechos
alimenta la tarde con el aliento de algún día entre juncos.
Vale cuatro pesos esta torpe ilusión.
Y lo importante sin embargo es que la tarde la asimila rápido.
Destruye cada una de sus moléculas
que el mercado en un gesto oscilante
quiere recuperar y tasar
Habrá clientes para los anzuelos
y para el tritón de porcelana
o esa canilla con óxido
El misterio del supercambalache
es quién se recortará entre la escarcha
en los vidrios de una religión extraña.
Práctico o arqueólogo,
sin una noción de sentido,
de cualquier modo atrapado en el juego,
pescará en lagunas de vidrio,
junto a monstruos de piedra,
vestido con una capa de tela brillante,
adornada con las lentejuelas de los sueños muertos,
así piense aún en la utilidad de los anzuelos
o los lleve de este desván a otro en el que vive,
entre cuadros sin estética, ídolos sin poder,
imágenes de un dios que se viste para ser.



9-Fragmento de un evangelio (del libro "La Nada"

Y dijo: la voz de Odín es la voz de los Campos,
de la disciplina y del peligro, y la voz
de los campamentos, del coraje y del agravio,
la voz del perdón en la masacre.
La voz de los designios, de las toberas y de los osarios.
De las ablaciones y de los residuos atómicos.
De los hijos y de las menstruaciones.
De las estadísticas y de los reactivos.
De los pájaros y de los basurales.
La voz de Odín es la voz de los iguales.

Y dijo: no lo oirás mientras no llegues
donde tu pensamiento llegue.

Y dijo: porque eres de Caín, tanto
o más que de Abel.
De los entuertos y del orgullo.
Y dijo: eres el lisiado,
el que todo lo hizo.
Y dijo: nada, más allá de tus gestos
torpes y salvajes.
Dijo: el último, el enemigo del tacto.
Hombre sin hombre, sin medida.


Nota
:
Jorge Aulicino, escritor y periodista, nació en 1949 en Buenos Aires. Entre otros libros, publicó “Paisaje con autor”, “Hombres en un restaurante”, “Almas en movimiento”, “La línea del coyote”, “Las Vegas”, “La nada”, “La luz checoslovaca” y “Hostias”.

domingo, 7 de febrero de 2010

César Fernández Moreno



Las Palabras

tienen cuerpo las palabras tocan y son tocadas
son caramelos se las puede lamer chupar mamar
hierven como peces en un estanque tropical
tienen tantas formas como las valvas según las rocas a que se adhieran
pero importa mucho más lo que contiene su nacarado seno
la vida deliciosa frágil del ser que las habita
son transparentes para que resplandezca su contenido
son crisálidas clavos ardiendo
granadas que revientan en la mano si no se arrojan a tiempo
sólo viven para morir
son pilotos suicidas
perecen al tocar su objetivo
la poesía es uno de esos objetivos
uno de los nombres del hombre
su respuesta al canto del gallo
toda expresión equívoca que aclara las cosas
la parte en blanco de los formularios
el himno de libertad de un libre o de un esclavo
un balbuceo muy bien impostado
un abuso del lenguaje
cualquier cosa natural para decir después de hacer el amor
un lenguaje siempre tan intenso como una despedida
el halo que circunda ese lenguaje
cuando se llega al límite sólo hay un modo de hablar
la metáfora decir que una cosa es otra
en el límite todas las cosas son otras
todo es todo la verdad radica en soplos
la poesía la dice no hay otra ciencia exacta
la dice en cierto modo con ciertas palabras
confunde esas palabras las calienta para impedir que la vida
se entumezca en ellas
hace convergir la vida en las palabras
bosques vecinos uniendo sus incendios
el poeta nace se hace se deshace
se rehace renace
es el inspector más general
un contemplativo sin contemplaciones
todas las cosas le interesan por igual pero a algunas les presta
demasiada atención
a otras demasiado poca
es un científico cuya mente funciona sin datos
es un deslenguado
es una cruza de perro y dactilógrafo
para ser poeta basta con saber oler y escribir
su conducta nunca es absurda
nunca sabe en qué recodo encontrará las palabras
siempre está naufragando en la libertad
atravesando de piedra en palabra el río del tiempo
todo el tiempo siente cómo pasa el tiempo
cambia gente por soledad a través de angustia
las estrellas volatilizan a esa gente
pero ese hombre tiene que contarle cómo
son esas estrellas
está prisionero en una fortaleza no puede comunicarse
sino parabólicamente
por medio de obuses palomas mensajeras
silbatos supersónicos
es decir palabras
montado en ellas vuelve de su soledad a la gente
ustedes qué harían si vieran descender un plato volador
correrían a contárselo a todos
cualquier cosa que ve el poeta le parece un plato volador
todas lo son
ustedes escuchen o no pero él debe hablar
no le importa que a ustedes no les importe
mentiras le importa mucho y a ustedes también debería importarles
no piensen en él como poeta sino como hombre
de un tajo él se da cuenta cómo es alguna cosa
relaciones estrechísimas entre cosas al parecer remotísimas
él pone poética la realidad
la pone como es
o tal vez al contrario la realidad es la que se pone poética
las cosas se enternecen se desequilibran trascienden peligrosamente
sus límites
otra vez un bosque pero de otoño con todos sus árboles vibrantes de
balsámicas hojas
un movimiento se inicia alrededor del poeta lo arrastra a girar
para no caer debe aferrarse a las palabras
para flotar en ese vacío hace falta una balsa o un puente colgante
de palabras
o escala de seda o palabras por donde tal vez subir
la situación exige no perecer asumir una forma estable
no tiene otra salida que las palabras así como el atardecer no tiene
otra que las campanas
el poeta está obligado a descubrir y pronunciar esas palabras
una fisura se oscurece en la pulimentada superficie del mundo
donde él introduce la arista más delgada de su cuña verbal
a medida que los hechos pasan a palabras se va apaciguando
el vórtice de realidad
enardeciéndose el de palabras
hasta que el poeta entrega su confesión por escrito
la poesía es el arte de no escribir1
dígalo con palabras como si no lo dijera con palabras
cualquier cosa puede concentrarse en una palabra o extenderse
en mil
hay que encontrar la cantidad exacta que resulte poética
cada palabra tiene mil sentidos
dos juntas multiplican un millón
con el correr del tiempo las precisiones se van desgastando
como templos abandonados en la selva
el poeta quiso fabricar una llave pero le salió una ganzúa
ya no sabe qué puertas abrirá pero las abrirá
admiremos al noble ladrón que sólo roba puertas cerradas
ha aceptado ser un sicario pero de la poesía
ha decidido gastar su tiempo en eso
está dispuesto a consumir un año en una e
a escribir con su sangre letreros luminosos
a escribir con bordes de monedas con lapiceras explosivas
con guantes con la zurda
aunque los dedos se le agarroten o se le derritan
a la madrugada levantándose o acostándose
con el deseo con el hartazgo
él estaba escribiendo
se quedó ciego y siguió escribiendo
el poema es el arma perfecta
complejo aceitado compacto
todo poeta vive como un pistolero
con el corazón en la boca
las palabras le ordenan el mundo pero le desordenan la vida
él no compra un espejo para adornar el dormitorio de su amante
compra la palabra espejo para adornar el verso donde su amante
lo abandona
y se queda solo frente a ese espejo
las balas rebotan en la blindada imagen
el arma funciona contra su portador pero él no quiere soltarla
se agarra del mundo por donde puede
su hacer es lo único que puede oponer al tiempo
el tiempo procura absorberme
integrarme a sí desintegrarme a mí
imposible evitar la lucha entre él y yo
yo lo voy a llenar de mí mismo de cosas en que me transformo
escribir como amar son órganos por donde me vuelco
me lanzo a ser en el tiempo bajo una forma nueva
hasta que me vacíe del todo ya lo sé
pero el tiempo no puede quedar así
hay que ponerlo overo de palabras


Nota:Buenos Aires, 1919 - París, 1985) Poeta y ensayista argentino, representante de la Generación del 40, pero que se identificó con las posteriores, no sólo a través de su obra creativa sino como antólogo y teórico de las nuevas corrientes.
Fundó y dirigió la colección poética Fontefriada y las revistas literarias Contrapunto, Correspondencia y Zona; fue crítico de cine en la revista Nosotros, colaborador del diario La Nación y de la revista Sur. Cubrió la etapa poética de la Generación del 40 como cronista y escritor; como crítico, situó principalmente los núcleos generacionales de la poesía de vanguardia argentina, lo que se documenta en su obra La realidad y los papeles (1967).
Su primer libro, Gallo ciego (1940), contó con un famoso prólogo en verso de su padre, B. Fernández Moreno. A esta época también corresponden Romance de Valle Verde (1941), La mano y el seno (1941), El alegre ciprés (1941), La palma de la mano (1941).
Sin embargo, en 1953, con la publicación de Veinte años después, va a dar un giro sustancial, dirigido a un nuevo tipo de poesía, menos preocupada por el brillo formal y abierta a lo que en aquellos años se conoció como poesía conversacional.

sábado, 6 de febrero de 2010

Joaquín Valenzuela



150


de nuestras bocas sin querer directo al charco
comer entre las latas da más hambre
caen cáscaras semillas zanahoria
papa choclo pan panceta
el puerro blando cae
como una lengua

ahora:
qué tipo de pájaro va a tener que entrar
y a vuelo picar puchero bajo
antes de que lo caído
absorba demasiado aceite
y se vaya al fondo de la fosa del taller
y no se sepa
si son de aserrín o de comida
restos


o


elásticos al viento
por cada tormenta
se quiebra un eucalipto

no aguanta y cae con nido y pollos
aspas astillas volcados coquitos
huevos de cotorra entre las hojas

mientras esto era un campo
un feliz compadecer
un sistema de resguardo

quedaron los jirones
cortezas enganchadas
como cachos de banderas



de no limpiar
se quedará pulcro este silencio


o


kitchinet
puré de los tomates
satelital a tierra

creerse que un retazo de tela
aparece entre la yerba del tacho de la cocina

ver bien y darse cuenta de la punta
tetra pack de una cajita de tomates
que haría juego
con un estampado antiguo de batón de entrecasa


y cosas
privadas tiradas así




157


se resbala la miel del propietario
desde el barniz foresta al sol caoba
esmalte que va del rojo al terracota
un batido instantáneo para rejas

se organizan los carros de los choclos
el salitre anduvo en los galpones
se emparcha lo oxidado con resina
se insiste en revolver pintura seca

los panaderos encargan cestas nuevas
para los kilos extras de miñones
y un par de viejos sueltos se reencuentran
ventilando sus dúplex jubilados

se vende mucha lija enduido clavos
baterías de cocina que se ofertan
a la par de filtros de agua bombeadores

se hacen pozos se limpian farolitos
se blanquean a la cal los paredones
y el bombero voluntario castra en masa
a los perros areneros del otoño

todo bajo la fronda acacio pino
tilo acacio florecido sauce aromo y
desmalezan los baldíos donde en breve
se pudrirá la almeja entre pañales




27


Se supone que sea
esa lámpara de globo fofo, sol, sí, gordo,
el responsable del celeste del lila del naranja. Él,
un poco y también el fitoplancton
del aire decantado acá a tres cuadras.

Dice el protocolo que ese plancton
devora luz pura y es esa digestión la que trabaja de papel de gelatina de colores.

¡Ah!
Ahora sí reventó el tomate en la cabeza
y tenía agua real en las venitas.
Agua que se chorrea por las rejas.
Las ramas del horror se hacen las fósforos
y las selvas de las copas reinos mundos
de donde escapan aves liras con culebras
(son teros con gusano, son las mismas
mascaritas pintadas, teatro grande
que disfrutás del sol y que te pisen
y que te llenen de actores con sus telas
y que actuemos la comedia que se escribe
tac, tac, tac como las locas que se escriben
a ellas mismas en sus máquinas de perras
y sin tiempo a elegir cuál de las puertas
salimos sin ensayo, más vale a los ponchazos
tierra loca del todo, Opera House, Royal Imperio
con tomate que revienta y debe ser
tan malo el argumento, sol
que por eso te tirás sobre nosotros
siempre, siempre.

Nota:Nació en el año 1971 en la ciudad de Dolores pero desde hace 15 años reparte su vida entre tres o cuatro ciudades. Estudió teatro y bellas artes en Buenos Aires. Publicó "Actividad Física" y "Doméstico" ambos en Ediciones en Danza.

viernes, 5 de febrero de 2010

Juán Carlos Bustriazo Ortiz



Tan huesolita que te ibas (del libro "Elegías de la piedra que canta")

tan envidiada de qué sombras la tierra ardía huesolita
la siesta ardía melodiosa tan como ibas tu sonrisa era
una piedra arrobadora y era otra piedra mi costilla
dulcequeamarga solasola cuajada de alta pedrería eran
tus voces tan palomas eran tus manos piedras finas
guitarra tan azuladiosa eras la piedra que acaricia piedra
te ibas quién te roba última brisa de la brisa o
flauta mía o leja y rota tan huesolita que te ibas tan
de la gracia mucha y poca si cuando vuelvas ves mis
días oh piedra llena llaga

hermosa!


Te regalé unas cuentas indias (del libro "Elegías de la piedra que canta")

y había un color de aroma hereje tan sobre mi caía el
cielo amarilleaba su piel verde yo sé que labro joya
oscura sólo por vos que me la entiendes porque a vos
te hablo en esta piedra enrumorada de caldenes quién
sino vos me la naciste y en quién sin vos ella se mece
te di en la tierra qué colores sonorositos magamente
remotas gemas de collares ascuas de piedras de otras
gentes besos de piedras recobradas entre tus manos
vieja fiebre alegría vieja o amoríos de aquella aquel que
están sin frente te regalé gualicheríos piedras de dulces

redondeles



2 (del libro "Unca bermeja")

en un caldén de agua llovida
anaranjado el quejón llámate
el que tócase el pecho malo
con un ala de rocío puro
nunca jamás habíalo visto
y eso que anduve en dos mil montes
habrá querido que así viéralo
para que oyera que llamábate
ay el quejón anaranjado
pidióme el juan para humanarse
para quejarse loco y pintado
inmóvil en sus regias plumas
he ahí que vino un chingolito
con su arpegio húmedo y verde
y el chingolo dijo tu gracia
desde un molle tirando a triste
y el que rumora “bicho-feo”
hermosamente cantó tu aura
ay en el monte ensangrentado
saquéme ojos porque comieran!



6 (del libro "Unca bermeja")

(barro de avispa condenado
por los solones sin arrepientos
barro eternal de este gentío
de estas cáscaras como personas
de estos tan encarapachados
crías de hembra y de peludo
de hembra mujer y bien pisada
en las cuevas debajo el monte
de ellas vienen los piches rubios
los peluditos de qué y qué padre
cáscaras blancas cáscaras negras
coloraditas y enrizadas
si váse un padre viene otro
para ser padre otratrozmente
ellas acuéstanse en el barro
bajo el mollar tálamo poco
gimen barrosas y delicadas
porque algo quédales todavía
cuando sus ojos engrandécense
entre este barro del fin del mundo)


Nota:Nacido en Santa Rosa, La Pampa, en 1929, la obra del gran poeta permaneció olvidada durante décadas. Y, sin embargo, su impresionante hiperproducción –76 títulos publicados– es el testimonio de una de las poéticas más personales del panorama de la poesía argentina del siglo XX